En 1982, los científicos Dale Russell y R. Séguin publicaron un artículo en el que detallaban la reconstrucción completa del Stenonychosaurus, (una especie ahora asignada al género Troodon), basada en un esqueleto imcompleto descubierto en Alberta en 1967. Conjuntamente con el estudio del Troodon, los investigadores se dieron a la tarea de imaginar una posible evolución del animal, de no haberse extinguido. La idea partía de una base muy interesante, ya que el Troodon es uno de los dinosaurios más inteligentes de su época, dado que poseía un cerebro muy grande en comparación con su tamaño corporal. Al reconstruir al Troodon, Russell y Séguin notaron su gran cerebro. Por ello, plantearon como base de su hipótesis que el dinosaurio hubiese evolucionado hasta desarrollar un cerebro más grande. Siendo así, el dinosauroide adquiriría la postura erecta y acortaría el cuello, para soportar mejor el peso. Al erguirse, el antiguo Troodon ya no necesitaría la cola para equilibrarse y la perdería. Para soportar la nueva posición, el tobillo bajaría, y el pie se volvería más largo y plano, perdiendo agilidad y rapidez, y tal vez la presencia de la garra falconiforme de trodóntidos y dromeosáuridos. A estas hipótesis publicadas en 1982 se añaden otras, producto de las nuevas investigaciones. Dada la estrecha relación del Troodon con dinosaurios emplumados como el velociraptor y sus parientes, hubiera sido probable que el dinosauroide presentara plumaje, aunque tal vez diferente al de las aves actuales, y más cercano al que se conoce, por ejemplo, de fósiles de beipiaosaurus, un pariente de los raptores. Dado el gran tamaño de su cerebro, la capacidad intelectual del dinosauroide le habría permitido, quizá, habilidades cognitivas como la fabricación de herramientas y la estructuración de un lenguaje.